Gary Kildall escribió el primer sistema operativo para computadoras personales: el CP/M (“Programa de Control para Microprocesadores”). Cuenta la leyenda que, sin esfuerzo alguno, Kildall escribió él solo el código completo (algo verdaderamente increíble, habida cuenta de que elaborar un sistema operativo “no son enchiladas”). Comenzó vendiéndolo por medio de modestos anuncios en las páginas finales de revistas de electrónica y, para finales de la década de los ‘70s se había vuelto bastante popular: tan sólo en los Estados Unidos corría en medio millón de computadoras basadas en Intel 8086 y Zilog Z80, una cifra bastante respetable en aquel entonces. Quizá embriagado por el éxito, o tal vez influenciado por las películas de naves espaciales tan en boga por entonces (“Star Wars” y “Galactica Battlestar”), Kildall bautizó a su empresa con el naquísimo nombre de “Intergalactic Digital Research Inc” (“Investigación Digital Intergaláctica”). Luego, pasados los efectos de lo que sea que hubiera fumado o ingerido, le quitó lo de “intergaláctica” quedando, simplemente, Digital Research Inc.
Fue entonces cuando Gary Kildall se permitió saborear las mieles del éxito: se compró una buena casa, un Rolls Royce, un Corvette, dos Lamborghinis… y, sobre todo, hizo realidad su sueño de volar. Adquirió una avioneta y pasaba largas horas surcando los cielos californianos.
Para 1980, las computadoras personales causaban furor en todo el mundo: Apple y Commodore ya habían entrado al negocio, haciendo millonarios a sus respectivos fundadores. Fue entonces cuando IBM —por entonces una empresa gigantesca, todopoderosa y, en idéntica medida, arrogante— comprendió su error: acostumbrada a vender computadoras grandes (ocupaban una habitación con clima controlado) y caras a clientes grandes y ricos, pocos años antes había menospreciado a las “maquinillas” basadas en microprocesador. De manera que decidió entrarle también al negocio de las “microcomputadoras” (término de moda por entonces, usado para diferenciarlas de las “minicomputadoras”, que eran máquinas del tamaño de un refrigerador). Normalmente IBM solía diseñar y fabricar ella misma tanto los procesadores como los sistemas operativos de sus máquinas, pero en su prisa por sacar al mercado su primera computadora personal, decidió emplear componentes que ya existían en el mercado y contratar a un colaborador externo para el diseño del correspondiente sistema operativo. Y, siendo CP/M el más popular, los ejecutivos de IBM decidieron contactar a Digital Research.
Lo que sigue a continuación ha dado pie a todo tipo de leyendas y habladurías sin fin. Algunas versiones aseguran que Gary Kildall dejó “plantados” a los ejecutivos de IBM por irse a volar en su avioneta. Otros dicen que no, que si bien Kildall andaba literalmente “en las nubes”, llegó a su casa justo a tiempo para la firma del contrato. Y otros más, en fin, cuentan que fue la esposa de Kildall quien negoció con los enviados del “Big Blue” y que al final rechazó el contrato porque éste contenía algunas “clausulas de discrecionalidad” que a ella le parecieron abusivas y desventajosas para Digital Research.
A ciencia cierta, no se sabe por qué dichos ejecutivos de IBM acudieron entonces con la pequeña Microsoft, que en aquella época era un changarro especializado, más bien, en lenguajes de programación y no en sistemas operativos: su experiencia en cuanto a estos últimos había sido, más bien, desastrosa: en 1979 “desarrollaron” Microsoft XENIX, que no era sino un descarado plagio de UNIX, pero con otro nombre, y que, además, nunca funcionó satisfactoriamente. Abundan las explicaciones de por qué IBM acudió a Microsoft: algunos dicen que, en su monumental ignorancia respecto al mundo de las microcomputadoras, la gente de IBM pensaba que Digital Research pertenecía a Microsoft y que su objetivo era que Bill Gates diera un buen jalón de orejas e hiciera “manita de puerco” al rejego Kildall. Otras versiones, más maliciosas, aseguran que en ello influyó alguna relación que había entre la mamá de Bill Gates y el CEO de IBM en aquel entonces. Como sea, Gates, quien por entonces ya mostraba una marcada vocación como “tiburón” empresarial, vio en ello la oportunidad de su vida. Sin tener ni idea de cómo hacer un sistema operativo, dijo a la gente de IBM que no se preocuparan, que se olvidaran de Kildall y que Microsoft podía “echarles la mano” en la tarea.
Por aquella época ya comenzaban a circular algunos plagios de CP/M, aunque con otros nombres. Uno de ellos, llamado “QDOS” (siglas en inglés de “rápido y sucio sistema operativo de disco”, nombre que dará una idea de qué tan “al vapor” fue creado), era usufructuado por la empresa Seattle Computer Products. Asesorado por Paul Allen, Bill Gates compró a dicha empresa el engendro en cuestión (pagó 50,000 dólares) y contrató a su ingeniero principal, Tim Paterson, para que le hiciera algunas modificaciones a fin de que trabajara en procesadores de 8 bits y de que el “fusil” no fuera tan obvio. Finalmente, licenció el producto a IBM, quien lo comercializaría como PC-DOS y permitiría a Microsoft hacer lo propio con el nombre de MS-DOS.
Seguramente los ejecutivos de IBM quedaron horrorizados cuando, próximo el lanzamiento de su primera PC al mercado, se dieron cuenta de que el mentado MS-DOS era un descarado plagio del CP/M. Así que, antes de que las cosas llegaran a los tribunales, contactaron a Digital Research para buscar un arreglo “de cuates”. Gary Kildall, quien realmente no era amigo de complicarse la vida con pleitos, se conformó con que, en la venta de su inminente PC, IBM ofreciera como opción su CP/M.
Kildall podría haber sido un genio de la programación… pero en lo relacionado al arte de fregar al prójimo era una inocente paloma: mientras su sistema operativo se ofreció en 240 dólares (de los de aquel entonces), Bill Gates ofreció MS-DOS en tan sólo 40. Y, claro, la gente optó mayoritariamente por este último.
El resto de la historia es bastante conocido: la PC tuvo un exitazo que ni siquiera IBM esperaba, Microsoft se convirtió en una gigantesca multinacional y Bill Gates se hizo multimillonario.
Lo que no se conoce muy bien es el rumbo que tomó la vida de Gary Kildall tras el éxito de Microsoft. Se dice que enfermaba de coraje cuando alguien hacía mención de Bill Gates, o cuando le preguntaban: “¿Pero de verdad te fuiste a volar aquel día?” Paulatinamente se fue amargando. Su esposa y él se divorciaron. En 1991 vendió Digital Research a Novell por 120 millones de dólares y, después, su vida fue de traspié en traspié. Durante algún tiempo fue presentador de televisión en un programa sobre computadoras y, según algunos, escribió un libro de 250 páginas en el que narra la verdadera historia de los primeros sistemas operativos para microcomputadoras, mismo que actualmente su hijo no se anima a publicar, supuestamente por temor a alguna eventual demanda por parte de Bill Gates, lo cual habla elocuentemente de los términos en los que Kildall debió expresarse acerca del multimillonario de Redmond.
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